Por Josué I. Hernández
En
Mateo 16:18, el Señor Jesús prometió edificar su iglesia. En Hechos 2 leemos
sobre el establecimiento de esa iglesia. A lo largo del libro de los Hechos,
vemos como la iglesia creció y se expandió. El Nuevo Testamento nos proporciona
una imagen elocuente de la iglesia que nuestro Señor compró con su sangre (1
Ped. 1:18,19; Ef. 3:10,11; 5:25).
Luego, varias
veces podemos leer en el Nuevo Testamento sobre congregaciones amonestadas
debido a problemas que debían corregir. Y es beneficioso para nosotros
considerar los problemas que afectaron a estas iglesias locales, y ver lo que
espera el Señor Jesucristo para la iglesia de la cual somos miembros. Todos
estos problemas surgidos en cada congregación en el Nuevo Testamento no serán
discutidos en este breve artículo; sin embargo, al observar algunos de estos
problemas, enfóquese en la iglesia de la cual usted es miembro en consideración
del estándar de Cristo.
Observe si en la congregación hay problemas similares
que deban corregirse para que la iglesia local permanezca como columna y
baluarte de la verdad (1 Tim. 3:15).
La iglesia de Corinto
Hubo
muchos problemas que Pablo abordó en su primera carta a los Corintios. Uno de
los graves problemas fue la tolerancia del pecado. Había fornicación entre los
miembros, uno de ellos tenía a la mujer de su padre (1 Cor. 5:1). Y tal pecado
era tan grave, que ni aún entre los mundanos se nombraba tal cosa. Y en lugar
de lamentar el hecho, los hermanos de Corinto estaban envanecidos (1 Cor. 5:2).
Ellos tenían a un fornicario en plena comunión, y en lugar de entregarlo a
Satanás mediante la disciplina (1 Cor. 5:5) lo aceptaron y toleraron su pecado.
¿Somos
miembros de una iglesia que se preocupa lo suficiente por las almas de todos
sus miembros para amonestar, alentar, sostener, y procurar la restauración cuando
ocurra el pecado (1 Tes. 5:14; Gal. 6:1)? ¿O somos miembros de una congregación
como Corinto, que tolera el pecado y acepta a los pecadores impenitentes en plena
comunión?
La iglesia en Éfeso
La
iglesia en Éfeso fue la primera de las siete iglesias a las cuales el Señor
envió cartas mediante el apóstol Juan (Apoc. 2-3). Los miembros fueron
elogiados por varias cosas, su trabajo duro, sufrimientos y perseverancia, su
intolerancia del pecado y su odio a las malas obras que también Dios aborrecía
(Apoc. 2:2,3,6). Sin embargo, hubo una cosa que el Señor tenía contra ellos, habían
dejado su primer amor (2:4). El problema
de los hermanos de Éfeso no radicaba en lo que estaban haciendo, pues eran muy
activos. El problema era su actitud o motivación como al principio, es decir, sus
primeras obras de amor (2:4,5). Cuando se le preguntó al Señor Jesucristo sobre
el gran mandamiento, el respondió: “Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”
(Mat. 22:36,37).
¿Somos
miembros de una iglesia que hace todo lo que el Señor ha ordenado con ferviente
amor (cf. Jn. 14:15)? ¿O somos miembros de una iglesia fría, como Éfeso, que ha
olvidado sus primeras obras de amor y que ofrece un servicio frío y vacío?
La iglesia en Pérgamo
Al
igual que Éfeso, la iglesia en Pérgamo fue elogiada por el Señor por cosas muy
buenas en su record. A pesar de que moraban donde estaba el trono de Satanás
(Apoc. 2:13), ellos se aferraron al Señor y no lo negaron, incluso frente a la
persecución. Sin embargo, toleraban la falsa doctrina (2:14,15) y debían
arrepentirse. Si no se arrepentían, el Señor mismo haría guerra contra ellos
(2:16). No podrían ser una verdadera “iglesia de Cristo” y aceptar a los falsos
maestros, como algunas llamadas “iglesia de Cristo” de la actualidad, las
cuales se ofenden cuando exponemos a los falsos que ellas apoyan. En lugar de
actuar a la defensiva, y comenzar a cuestionar las motivaciones de quienes
predicamos la verdad, estas iglesias deben arrepentirse como el Señor instruyó
a la iglesia en Pérgamo.
¿Somos
miembros de una iglesia que tolera, apoya, confraterniza, y/o comulga a quienes
enseñan falsas doctrinas? ¿La iglesia de la cual usted es miembro tiene
comunión con el error? Si es así, la iglesia debe arrepentirse.
La iglesia en Tiatira
La
iglesia en Tiatira fue elogiada por su amor, fe, servicio y perseverancia
(Apoc. 2:19). El problema de ellos fue que toleraban a uno como Jezabel, que
llevó al pueblo al pecado (2:20). El Señor les dio tiempo para arrepentirse,
pero no estaban dispuestos a hacerlo (2:21). El Señor les advirtió que haría
una gran obra de juicio, para que todas las iglesias supieran quién es él,
dando a cada cual según sus obras (2:23). A los que aún estaban dispuestos a
obedecer no les fue impuesta otra carga (2:24) sino retener, vencer y guardar
(2:25). No podrían seguir tolerando el pecado y a la vez ser aprobados por el
Señor.
¿Somos
miembros de una iglesia como Tiatira que permanece inactiva cuando es necesario
tomar medidas disciplinarias para juzgar el pecado? ¿Podremos ser aprobados por
Dios si rehusamos a reprender las obras de las tinieblas (Ef. 5:11)?
La iglesia en Sardis
Las
tres cartas a las iglesias que hemos indicado en el presente artículo
comenzaron con un elogio por su buen desempeño general. Sin embargo, al
escribir a Sardis, el Señor comenzó diciendo: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”
(Apoc. 3:1). Es decir, eran reconocidos como una “iglesia de Cristo” (Rom.
16:16), pero en realidad eran una iglesia muerta, que no velaba en lo que hacía
(Apoc. 3:2) y con vestidura manchada (3:4). Un nombre no asegura la aprobación
de Dios. Un nombre indica cierta reputación (cf. Prov. 22:1), pero no siempre
representa la realidad. Una congregación puede tener la reputación de ser una
iglesia fiel, y aún ser considerada muerta a los ojos del Señor. A los hermanos
de Sardis el Señor les dijo: “Acuérdate, pues,
de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas,
vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apoc.
3:3). Algunos individuos de la iglesia en Sardis debían llevar la delantera en
la corrección del pecado en la iglesia (3:4). Al que venciere en su servicio a
Cristo se le prometieron grandes bendiciones (3:5).
¿Somos
miembros de una iglesia que se esfuerza por hacer lo correcto (cf. Col 3:17) y
de manera correcta (cf. Col 3:23)? ¿Somos miembros de una iglesia que
simplemente tiene una reputación de fidelidad, pero está muerta a Dios?
La iglesia en Laodicea
La
última carta a las iglesias de Asia fue escrita a los santos en Laodicea. El
Señor les dijo: “Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 'Así, puesto que
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apoc. 3:15,16,
LBLA). Ellos se veían como independientes y autosuficientes del Señor debido a
su dinero (3:17), pero su condición espiritual era deplorable, “tú eres un desventurado, miserable, pobre,
ciego y desnudo”. Mientras se jactaban en sí mismos por logros materiales,
no veían su desventura espiritual.
¿Somos
miembros de una iglesia como Laodicea, que se cree sin necesidad de celo y fervor
para con Dios (Apoc. 2:19) debido al dinero? ¿O somos miembros de una iglesia
dependiente del Señor, que procurar brindar a Cristo el mejor servicio posible?
¿Ninguna iglesia es perfecta?
Las
iglesias de Cristo están compuestas de seres humanos falibles, que pueden
equivocarse, y cometer errores. No obstante, Cristo condena el pecado y el
servicio mediocre.
El que seamos humanos no indica que debamos pecar (cf. Rom.
6:1) o que podamos tolerar la falsa doctrina (Rom. 16:17-20) y las malas
prácticas (Rom. 12:9; 1 Cor. 14:40).
El hecho de que podríamos equivocarnos no
significa que debemos equivocarnos. Dios busca que cada iglesia sea perfecta en
sus obras para con él (Apoc. 3:2). Surgirán problemas de vez en cuando, incluso
en las congregaciones más fuertes. Pero, la actitud para lidiar con el problema
hará la diferencia.
¿Cuál será
nuestra actitud frente al pecado? ¿Tendremos la humildad y la fe necesarias
para atacar el problema y corregirlo? Ignorar los problemas que surgen en una
“iglesia de Cristo” puede parecer “un proceder sabio” a los ojos de algunos,
pero las excusas que justifican lo malo no convencen a Cristo.